MALOFIEJ 28
Toma nota de fechas: 23 al 27 de Marzo de 2020
La próxima edición de Malofiej, número 28, se celebrará en Pamplona del 23 al 27 de marzo de 2020.
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La interminable búsqueda de precisión y emoción, por Juan Velasco
Juan Velasco
Director de Arte de National Geographic
Solamente en los últimos dieciocho meses, mis encargos fotográficos me han llevado a tener que huir de un toro salvaje en el rudo norte de España mientras cargaba con una escultura de treinta kilos junto a mi editor ejecutivo;
visité los aposentos de las concubinas imperiales en la Ciudad Prohibida de Beijing; me precipité en la oscuridad total de una húmeda cueva, rodeado por los restos de los neandertales que vivieron allí hace 40.000 años; comí ranas fritas y subí setenta empinados peldaños bajo un sol abrasador en Camboya para echar un vistazo a los diminutos bajorrelieves labrados hace mil años por los artesanos del Imperio Jemer; estuve ante la mayor pantalla de alta resolución del mundo, en San Diego, buscando pigmentos e indicios térmicos para localizar una pintura supuestamente escondida en la Sala de los Quinientos, en Florencia.
Una fría tarde, en un oscuro almacén de las afueras de Ámsterdam, dos artistas gemelos me relataron cómo se habían llevado en su furgoneta durante la noche los cuerpos de tigres muertos en los zoológicos locales, para poder estudiar su anatomía y producir modelos más precisos para mi publicación. Fui interrogado por la policía local por transportar de manera conspicua una réplica de tamaño natural de una hembra neandertal desnuda mientras recorría las montañas de un parque nacional europeo antes del amanecer, en busca de localizaciones en las que sacar fotos…
¿Qué publicación, se preguntarán, me enviaría alrededor del mundo en semejante persecución obsesiva del detalle, la precisión y los matices, sólo para llenar unas cuantas páginas? ¿Y por qué? ¿Cómo hemos llegado a esto?
Nacimiento de la Sociedad
El 13 de enero de 1888, un grupo de treinta y tres distinguidos caballeros se abrieron camino en la fría y neblinosa noche para reunirse en el Club Cosmos, un selecto círculo privado por aquel entonces sito en la plaza Lafayette de Washington, D.C., justo al lado de la Casa Blanca. El grupo dispuesto en torno a una mesa redonda de caoba bajo la luz de las velas incluía a miembros de los círculos científicos e intelectuales de la ciudad, así como a eminentes exploradores. Habían acudido en respuesta a una sencilla convocatoria:
“Estimado señor: Queda usted invitado a asistir a la reunión que tendrá lugar en el salón de asambleas del Club Cosmos a las ocho de la tarde del viernes 13 de enero, con el propósito de considerar la conveniencia de crear una sociedad que potencie la difusión del conocimiento geográfico. Respetuosamente suyo, Gardiner G. Hubbard”.
La escena sería vivamente representada, años después, en un lienzo de Stanley Meltzoff. Los personajes centrales son el mayor John Wesley Powell, héroe de la batalla de Shiloh y explorador del Gran Cañón del Colorado, y Gardiner G. Hubbard, un pudiente abogado de Boston que lucía una aristocrática barba blanca.
Dos semanas más tarde, se fundó la Sociedad National Geographic. Gardiner Greene Hubbard fue elegido su primer presidente y su cuñado, Alexander Graham Bell (más conocido por ser el inventor del teléfono) le sucedió tras su fallecimiento en 1897.
El primer número no contenía fotografías, sólo artículos científicos en los que se trataban temas como “Métodos geográficos para la investigación geológica” o “Clasificación de las formas geográficas según el Génesis". Presentada con una cubierta de color terracota sin rasgos distintivos, en su primera etapa la revista tenía una periodicidad irregular y estaba editada por cuatro vicepresidentes voluntarios, cada uno responsable de las secciones Tierra, Mar, Aire y Arte. A finales de año, doscientos siete caballeros y dos damas recibían, como miembros de la Sociedad, la que iba a convertirse en una de las publicaciones más admiradas del mundo.
Cuando Alexander Graham Bell se hizo cargo de la Sociedad en 1889 no rebosaba entusiasmo; opinaba que el futuro económico de la organización era poco halagüeño. Además, tenía en marcha demasiados proyectos en los que estaba involucrado, entre los que destacaban sus experimentos con cometas. Con ciertas reticencias, Bell aceptó el nombramiento, aunque sólo fuese, como declaró más tarde, “para salvarla”.
Un hombre adelantado a su tiempo: Edwin Grosvenor
Su prioridad inicial fue sustituir a los cuatro vicepresidentes voluntarios por un editor contratado a tiempo completo. En su búsqueda de la persona adecuada, escribió a su amigo el doctor Edwin A. Grosvenor, profesor de Historia y distinguido orientalista. En su carta, Bell ofrecía el puesto a cualquiera de los hijos gemelos (idénticos) de Grosvenor, Gilbert y Edwin. Ambos fueron invitados a viajar desde Inglaterra para pasar una temporada en casa de Bell. La hermosa hija del inventor, Elsie May, robó el corazón de Gilbert, de 21 años, quien probablemente bajo el embrujo femenino se mostró interesado por el empleo. Y de esta manera Gilbert Hovey Grosvenor fue nombrado primer editor a tiempo completo de la revista National Geographic. Ocupó ese puesto, y más tarde el de presidente de la Sociedad, durante cincuenta y cinco años. Su hijo y su nieto también fueron en su momento presidentes de la Sociedad, haciendo de los Grosvenor una de las más ilustres dinastías del periodismo estadounidense.
Grosvenor está considerado por muchos como el primer fotoperiodista de la historia. El joven editor desarrolló una confianza infinita en el nuevo medio. El número de abril de 1905 incluía 130 vibrantes instantáneas en un artículo titulado “Una revelación de los filipinos”. Su registro fotográfico de los últimos retazos de la Rusia pre revolucionaria, en 1913, estableció las directrices básicas del reporterismo fotográfico de nuestros días.
Su 4A Folding Kodak utilizaba película en rollo y no las placas de cristal frecuentes en aquella época. El celuloide flexible hacía que aquellas cámaras fuesen más fáciles de transportar. Con la película en rollo nació la fotografía de viajes moderna.
“La mente debe ver antes de creer”, decía a menudo Grosvenor. Pero uno de sus legados más tempranos fue también la utilización de la narración en primera persona y de una escritura sencilla y directa. La tirada de la revista –y el número de socios de la Sociedad– pasó de 1.400 ejemplares en 1899 a 74.000 hacia 1910, y a más de 713.000 en 1920.
Arte en las revistas, arte en la ciencia
National Geographic nació al comienzo de la “edad de oro” de la ilustración, cuando los semanarios y los periódicos estimularon el apetito nacional por las publicaciones ilustradas. La técnica del medio tono prometía matices y pleno color en las ilustraciones, la imprenta se abarató y la linotipia revolucionó el sector. Era la época de los dibujos satíricos de Thomas Nast en Harper´s Weekly y de las primeras portadas de J.C. Leyendecker en el Saturday Evening Post. Sin embargo, en un momento en el que la mayor parte de las revistas estaba profusamente ilustrada por artistas, National Geographic fue una de las pocas que apostaría por el nuevo arte de la fotografía.
Curiosamente, la primera foto publicada por la revista, en su tercer número (1889), fue una instantánea de un mapa en relieve de los Estados Unidos. La primera fotografía de tema natural aparecería en 1890. Se trató de la borrosa silueta de la isla Herald, un pequeño islote ruso aislado en el mar de Chukchi, unos 60 kilómetros al este de la isla Wrangell.
Además de la fotografía, National Geographic cuenta con una impresionante tradición de ilustraciones y de gráficos informativos. Alcanzar un equilibrio entre precisión y conexión emocional ha sido el objetivo de los artistas de la Sociedad National Geographic durante más de 120 años.
La ilustración siempre ha ido de la mano de la ciencia, como un modo de mostrar, medir y diseccionar las maravillas del mundo natural. Un largo camino que incluye los bloques de madera de Gesner en su “Historiae Animalium” en la década de 1550 (el primer catálogo pictórico del mundo animal), los grabados realizados a mano por Knorr y por Walch a mediados del siglo XVIII, las láminas de insectos de María Merian a finales del siglo XVII, el grabado anatómico y botánico de Wandelaar para Albinus y Linneo a comienzos del siglo XVIII, y los dibujos ornitológicos de Audubon, Gould y Edward Lear en el XIX.
A finales de ese siglo, cuando la revista National Geographic apareció por primera vez, los lectores pedían historias de expediciones científicas y aventureras a lugares remotos. Siguiendo los pasos de Napoleón, artistas y naturalistas atravesaron el desierto para documentar las pirámides y los jeroglíficos del antiguo Egipto. Los arqueólogos penetraron en las junglas del Yucatán para consignar las ruinas mayas, o se toparon con los magníficos templos de Angkor y del Imperio Jemer. Los recientes acontecimientos que sacudían al mundo, como las guerras zulú y bóer en África, estaban esperando a ser narrados al hombre corriente.
Mapas y planos abren el camino
El primer número de la revista presentaba cinco mapas en color para ilustrar un artículo titulado “La gran tormenta del 11-14 de marzo de 1888”. Junto a los mapas, un muy elegante gráfico de colores muestra los cambios en la presión atmosférica registrados por distintos navíos y por estaciones terrestres durante el desarrollo de la tormenta de tres días, y los compara con los valores normales. Un buen gráfico incluso según los patrones modernos.
La primera ilustración, un paisaje en color, apareció en el cuarto número dentro del artículo "A través de Nicaragua con visado y machete", de R.E. Peary, el notable explorador estadounidense que unos años más tarde llegaría al Polo Norte. En ese mismo número se publicaba un mapa rectangular del Servicio Geológico de los EEUU, la “Hoja de Carolina del Norte, Tennessee y Asheville”. Este gran mapa plegable sería el primero de los suplementos cartográficos que aún se publican hoy en día.
Con el cambio de siglo, los dibujos y diagramas en blanco y negro siguieron apareciendo en National Geographic. Un artículo de marzo de 1893 titulado “Movimientos de nuestra población”, obra del por aquel entonces editor, Henry Gannet, señala el primer uso exhaustivo de las tablas en la revista. Un gráfico verdaderamente original muestra la evolución demográfica de los EEUU y su composición étnica desde los primeros censos de 1790 hasta los más recientes, de 1890. Mientras la población “nativa” y “de color” aumenta regularmente, el número de inmigrantes crece exponencialmente, con una evidente mayoría de recién llegados alemanes e irlandeses. En la primera década del siglo XX, la revista publicó varias historias basadas en tablas. Una muy llamativa representaba en enero de 1905 los patrones de la inmigración durante 1904. Pero el formato de tablas cayó en desuso en las décadas siguientes.
El borde amarillo de la cubierta, reconocible al instante, fue utilizado por primera vez en el número de febrero de 1910, quedando establecido el aspecto clásico de la publicación. Una cenefa interior de hojas de roble se alza a ambos lados para unirse con una guirnalda de hojas de laurel. El motivo vegetal iría reduciéndose poco a poco, pero tardaría noventa años en desaparecer completamente del marco amarillo, lo que sucedió en el año 2000.
Aparte de ocasionales y rudimentarias secciones de las capas geológicas del terreno, a principios del siglo XIX se utilizaban pocos diagramas explicativos ilustrados. En mayo de 1906, un artículo con el simpático título “El nuevo Imperio Británico de Sudán" muestra unas ilustraciones sombrías, infrecuentes y sorprendentemente realistas, que representan los métodos utilizados para elevar el agua del Nilo, entre ellas la hélice de Arquímedes. Se incluían vistas en sección.
Antes de finalizar la década, la revista publicaba ilustraciones en casi todas las páginas. Entre los clásicos de esa época se cuentan las fotografías de los indios norteamericanos tomadas por Edward S. Curtis en 1907, o las de la conquista del Polo Norte por Cook y Peary. La Sociedad había apoyado expediciones desde 1890, cuando envió a Israel Russell a las montañas San Elías de Alaska, y financió la de Peary. Además de mostrar a sus lectores la maravilla y el entusiasmo que suponen el descubrimiento y la exploración, la revista (una institución sin fines de lucro) siempre ha sido el motor que ha proporcionado los fondos necesarios para continuar descubriendo y explorando.
Las primeras series importantes de ilustraciones a todo color aparecidas en la revista fueron posiblemente las láminas ornitológicas de Louis Agassiz Fuertes, en 1913. Éste había sido considerado el sucesor de John James Audubon como gran especialista en dibujos de pájaros. Alice Carter, artista que estudió la historia de la Sociedad, explica que Agassiz Fuertes “quedó desconcertado cuando el editor, Gilbert H. Grosvenor, le encargó que ilustrara un artículo sobre los mamíferos de América del Norte. Años después, Grosvenor rememoró la conversación. Preguntó al señor Fuertes si podía realizar una serie sobre animales. Éste contestó que no sabía nada sobre animales. El editor replicó que la Sociedad le financiaría durante un año si estudiaba los animales y luego procedía a dibujarlos. Y ése fue el acuerdo”.
Maestros de la Ilustración
Si Agassiz Fuertes destacó por sus delicadas ilustraciones de pájaros y de mamíferos, nadie se acerca siquiera a las contribuciones de Charles R. Knigtht en el campo de la ilustración de corte paleontológico, uno de los temas centrales de National Geographic. Aunque hoy puede no resultar conocido, Knight está considerado el padre del paleo-arte. Sus trabajos comenzaron a aparecer en las páginas de la revista en 1913, y durante treinta años fue el responsable de sacar dinosaurios y otras criaturas prehistóricas de la caja de los especímenes para darles protagonismo en la vida cotidiana. Stephen Jay Gould, uno de los más célebres paleontólogos y biólogos de la evolución, señaló:
“Desde que Dios Nuestro Señor mostrara su poder a Ezequiel en el valle de los huesos secos, nadie había hecho gala de semejante gracia y habilidad para reconstruir animales partiendo de esqueletos desarticulados. Charles R. Knight, el más ilustre artista de la reanimación de fósiles, dibujó todas las figuras canónicas de los dinosaurios que han alimentado nuestros miedos y nuestra imaginación hasta el día de hoy”. -- Stephen Jay Gould, Wonderful Life, 1989
Knight estaba considerado por la Sociedad como la mayor eminencia en animales y hombres prehistóricos. El artículo clásico “Desfile de la vida a través de las eras”, perteneciente al número de febrero de 1942, no sólo fue ilustrado por Knight en veinticuatro páginas a todo color. También lo escribió.
Alrededor de esa época, Mary Eaton comenzó a publicar sus acuarelas clásicas de tema botánico. Entre 1915 y 1928 produjo cientos de ellas. Los archivos de la Sociedad indican que recibía unos quince dólares por cada una de sus obras.
La década de los veinte también supuso el comienzo de la colaboración entre National Geographic y una de las más destacadas dinastías del arte estadounidense, los Wyeth. En 1928 y tras dos años de dedicación, el renombrado ilustrador N.C. Wyeth finalizó una serie de cinco grandes cuadros para decorar los cuarteles generales de la Sociedad en Washington. Wyeth era un pintor excepcional y a menudo aparecía en otras publicaciones de éxito como el Saturday Evening Post, Collier's y Harper's Monthly. También fue un reputado ilustrador de obras clásicas de aventuras, como "La isla del tesoro" y "Secuestrados".
El gran panel central se titula “El descubridor” y muestra a Vasco Núñez de Balboa, el arrojado conquistador español, emergiendo junto con sus tropas de las junglas de América Central y contemplando por vez primera el grandioso océano Pacífico. El número de marzo de 1928 incluía como suplemento especial un grabado de "El descubridor”.
El hijo de N.C. Wyeth, Andrew, lograría convertirse en uno de los pintores más importantes del siglo XX, y en su juventud también creó ilustraciones para la revista.
Además de Wyeth, otros artistas producirían hermosas pinturas históricas en esta época. En la década de los treinta, National Geographic inició sus series sobre las antiguas civilizaciones con las obras de Herbert M. Herget sobre las civilizaciones maya, azteca e inca.
Todas estas reconstrucciones pictóricas históricas pueden ser consideradas como infografía por derecho propio. Cualquier artista que haya trabajado para la revista sabe de la legendaria y espantosa cantidad de investigación que requiere cada detalle. Son ricos despliegues de información incluso si no van acompañados de las etiquetas de texto descriptivo de un diagrama típico.
Fue el artista Hashime Murayama quien elevó los diagramas a otro nivel dentro de la revista. En plantilla entre 1921 y 1939, introdujo en los diagramas el enfoque gráfico todavía utilizado en la actualidad. En su diagrama sobre el ciclo vital del escarabajo, por ejemplo, empleó tanto un corte en sección como un aumento.
Maestros de la cartografía
A la par de la fotografía, los fascinantes mapas son posiblemente lo primero que varias generaciones de lectores recuerdan sobre National Geographic. En 1915, Albert Bumstead se convirtió en el primer director de cartografía de la Sociedad, con el encargo de formar un departamento de creación de mapas. Poco antes, Bumstead había colaborado con Hiram Bingham en la confección del mapa del Machu Picchu durante la famosa expedición de este último. También había diseñado varios novedosos instrumentos, como el trípode Bumstead; además, creó diversas técnicas cartográficas que serían utilizadas en National Geographic durante décadas.
En la primavera de 1932, cuando el editor Grosvenor pidió un nuevo mapa de los Estados Unidos para final de año, Bumstead se dio cuenta de que no había tiempo suficiente para que su equipo de cuatro personas escribiese a mano los nombres de miles de lugares. De modo que inventó una máquina revolucionaria –apropiadamente denominada máquina tipográfica Bumstead– que permitía producir en masa rótulos escritos a mano de manera fotográfica. A partir de una serie de tipos dibujados a mano, se fotografiaban las letras individuales y los positivos obtenidos eran fijados como tipos de imprenta convencionales. En esa misma épica, Charles Riddiford, un inglés que se había unido a la Sociedad en 1923, diseñó unas series tipográficas que destacaban notablemente por su elegancia y su legibilidad, y que hoy en día aún se usan. El suplemento cartográfico “Estados Unidos” apareció en mayo de 1933 y contenía 8.686 nombres de lugares perfectamente legibles. El invento de Bumstead inauguró una nueva edad de oro de la cartografía para la revista.
National Geographic haría una contribución cartográfica influyente durante la guerra. Mark Jenkins, bibliotecario de la Sociedad, explica: “Sólo unas semanas después del desembarco aliado en Normandía, el 6 de junio de 1944, el mapa-suplemento ‘Alemania y sus aproximaciones’ suministró los medios para trazar la ofensiva final contra los nazis y también ayudó a delinear el mundo de la posguerra”. Esta obra muestra las fronteras internacionales existentes el 1 de septiembre de 1939, el día que Alemania invadió Polonia, y también las del 1 de enero de 1938, antes de que Hitler ocupara Austria y Checoslovaquia.
Elaborado en un tamaño mayor que cualquier otro mapa anterior de la Sociedad sobre Europa, "Alemania y sus aproximaciones" se convirtió rápidamente en el documento cartográfico generalista más útil y disponible sobre los campos de batalla venideros. Todas las carreteras principales, vías ferroviarias y canales se muestran con claridad y en él se logra insertar más nombres de lugares por milímetro cuadrado que en cualquier otro suplemento anterior de la Sociedad. El Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los EEUU tomó prestados los dibujos originales del mapa y realizó copias aumentadas. Casi 20.000 de ellas fueron colocadas en los cruces de las carreteras más importantes para su consulta por parte de los conductores de convoyes y de ambulancias. Muy pronto, el Ministerio Británico de la Guerra hizo por su cuenta 50.000 reproducciones para distribuirlas entre sus propios oficiales en el frente.
Pero “Alemania y sus aproximaciones” no sólo fue utilizado sobre el terreno: fue sometido a escrutinio constante por parte del comandante supremo de los aliados, el general Dwight D. Eisenhower, quien lo llevaba consigo en una funda para mapas con la que National Geographic le había obsequiado en 1944. Al parecer, Churchill también lo utilizó como mapa de consulta personal y lo tenía colgado en las salas del Ministerio de la Guerra en Londres. El presidente Franklin Roosevelt lo usó en la sala de mapas de la Casa Blanca para seguir el desarrollo de la batalla de las Ardenas. Y durante la conferencia entre Churchill y Roosevelt, en septiembre de 1944, el jefe del Estado Mayor, el general George C. Marshall (futuro miembro del consejo de administración de la Sociedad), extendió el mapa sobre la mesa ante los dos dirigentes, quienes lo garabatearon hasta el punto de que fue necesario obtener otra copia.
Uno de los resultados de esta conferencia fue el acuerdo provisional sobre la división de Alemania tras la guerra. El teniente Arthur Robinson, oficial en jefe de cartografía tanto para la OSS como para la Junta del Estado Mayor (y que más adelante se convertiría en influyente geógrafo) estableció estas divisiones en una copia de “Alemania y sus aproximaciones”.
La capacidad de la Sociedad para suministrar mapas a pequeña escala precisos y oportunos de áreas estratégicas permitió a los ejércitos estadounidense y británico concentrar todos sus recursos en producir cartas a gran escala y en detalle de las zonas de combate. Entre 1939 y 1945, fueron distribuidos entre los miembros de la Sociedad y entre las fuerzas aliadas más de 37 millones de copias de distintos mapas de National Geographic.
La guerra sería el catalizador de otro avance significativo de la revista. La primera ilustración de portada apareció en julio de 1942. El gobierno de los EEUU solicitó a las editoriales de las revistas más importantes del país que incluyesen una bandera estadounidense y eslóganes afines en las portadas de sus números de julio para fomentar la compra de bonos de guerra. Un año después y esta vez en respuesta a una petición del Departamento del Tesoro, la revista publicó su primera fotografía de portada, también de una bandera estadounidense.
Pero hasta 1959 las fotografías no comenzaron a aparecer con regularidad en la portada. Tras setenta años de portadas tipografiadas, no todos se mostraron de acuerdo con el cambio. Un consternado socio inglés escribió al editor para cancelar su condición de miembro diciendo: "Si el Señor hubiese querido una fotografía en la portada de National Geographic, Él la hubiese puesto allí”.
Los años 60 trajeron escenarios desconocidos para el departamento de cartografía. El 22 de marzo de 1961, dos nuevos globos terráqueos de National Geographic fueron presentados al presidente John F. Kennedy en un breve acto en la Casa Blanca. Por desgracia, el geómetra de plástico de uno de ellos se soltó y el globo se hizo pedazos contra el suelo. Fue un momento embarazoso, pero supuso el inicio de otra tradición de NG, la de crear mapas tridimensionales. Más importancia tuvo la publicación, en 1963, de la primera edición del clásico “Atlas del Mundo” de National Geographic.
A lo largo de los años, el departamento de cartografía de la Sociedad lograría otras muchas hazañas. Tras una década de trabajo, 1959 marca el final del reconocimiento espacial desde el monte Palomar de National Geographic. Este atlas del universo, cuyas copias se vendían a un precio de 2.000 dólares, no es un libro con una encuadernación convencional, sino una serie de 1.758 negativos de 14 x 7 pulgadas en papel fotográfico. Ningún otro proceso de impresión hubiese capturado el detalle hasta ese extremo. El proyecto, que expandió el ámbito del universo conocido al menos veinticinco veces, cartografió fotográficamente millones de objetos anteriormente no catalogados.
El legado de Howard Paine
El “Mapa de la luna” publicado en la entrega de febrero de 1969 es el primero que muestra la superficie lunar en su totalidad –incluida la cara oculta del satélite– en una sola lámina. Y en 1988, en colaboración con el Museo de Ciencia de Boston, la Sociedad publicó el mapa detallado del Everest. Un experto lo consideró “uno de los logros cartográficos más espectaculares de este siglo”.
Bajo el mandato editorial del hijo de Grosvenor, Melville Bell Grosvenor, quien estuvo al frente de la revista entre 1957 y 1967, National Geographic reflejó el arrebato de optimismo e idealismo que caracterizó a la década de los 50 y a la primera parte de los 60. El número de septiembre de 1959 introdujo –con una fotografía de un avión a reacción de la armada– el uso habitual del color en la portada de la revista. El número de miembros de la Sociedad pasó de tres millones en 1962 a 6,4 millones en 1969.
Durante los años 60, la exploración espacial estableció una nueva frontera para National Geographic, y la producción del departamento artístico estuvo dominada por los gráficos relacionados con el cosmos. Su nuevo director, Howard E. Paine, ocupó el puesto durante treinta y tres años. Con él, la vertiente artística de la revista cambió su carácter descriptivo por uno explicativo, creándose de manera habitual diagramas y material infográfico aclaratorio.
En la década de los 70, la dirección de la revista puso punto final a una política que se remontaba a sus orígenes: "Sólo se publicarán contenidos amables sobre cualquier país o pueblo, evitándose todo aquello desagradable o excesivamente crítico". Con el nuevo responsable, Gilbert M. Grosvenor, nieto del primer editor a tiempo completo, las imágenes idílicas de hermosas y risueñas mujeres de tierras lejanas fueron sustituidas por temas controvertidos, como el medio ambiente, la energía nuclear o el comercio ilegal de especies naturales.
Para resumir este período se puede recurrir a la figura de Ned Seidler, artista que perteneció a la plantilla de National Geographic desde finales de los 60 hasta principios de los 80. Sus exquisitos diagramas e ilustraciones, poblados por docenas de criaturas, se cuentan entre los iconos más representativos de la revista. Más o menos al mismo tiempo, Tom Lovell, famoso por sus pinturas del oeste americano, comienza en la revista sus sagas históricas sobre la Roma antigua, las expediciones vikingas y las Cruzadas.
Paleo arte y gráficos en 3D
Durante los años 90 y los albores del nuevo siglo, Chris Sloan llevó el departamento artístico a nuevas cotas. Compaginando los puestos de director artístico y de editor de paleontología, y con un ojo extraordinario para los nuevos talentos artísticos, su equipo realizó numeroso artículos sobre evolución humana, paleontología y arqueología con un relato bien medido y una altísima calidad de las ilustraciones. Es en este período cuando artistas como Kazuhiko Sano (todavía colaborador habitual), James Gurney (el famoso autor de la serie de libros “Dinotopia”), John Sibbick, Greg Harlin, Rob Wood, Jon Foster o el sorprendente artista del lápiz Bruce Morser comenzaron a publicar sus dibujos y sus gráficos en la revista. Al mismo tiempo, National Geographic abraza las nuevas tecnologías y ya en 1995 comienza a utilizar en sus infográficos software de 3D renderizado por artistas como Chuck Carter y Don Foley.
Chris Sloan y su equipo también inauguraron una nueva tendencia al crear, a partir de fósiles, reconstrucciones tridimensionales de criaturas y de homínidos extintos. Estas reconstrucciones, costosas y premiosas, sólo se realizaban en los museos. John Gurche, los gemelos holandeses Kennis y otros paleo artistas combinaron sus extraordinarios talentos con un profundo conocimiento de la anatomía y de los fósiles. Las imágenes de portada de sus reconstrucciones del homínido de Flores (obra de Gurche), del “Bebé de Lucy” o la reciente hembra neandertal (realizada por los hermanos Kennis) son pequeños clásicos que expanden los límites de la técnica infográfica. Se puede afirmar que estas obras, basadas en mediciones de fósiles conocidos y que cumplen unos requisitos de exactitud tremendamente estrictos, son representaciones visuales de datos, al igual que los gráficos. Sólo cambian las herramientas.
Reinventando National Geographic
Desde 2005, el arte, los mapas y los gráficos de National Geographic se encuentran en proceso de renovación y de reinvención. Por primera vez, la revista tiene su propio equipo de mapas (anteriormente el departamento de cartografía, ubicado en un edificio diferente, producía mapas para las distintas actividades de la Sociedad). Bajo la dirección de Bill McNulty, los mapas se ponen al día en cuanto a innovación tecnológica gracias al uso de los sistemas GIS, si bien procuran mantener lo mejor de su tradición: los relieves pintados a mano siguen ofreciendo, en muchos casos, el toque sutil que el software no puede conseguir.
Charles Blow, el influyente ex director gráfico del New York Times, se incorporó a la revista en 2007. No tardaría en dejar su impronta. En la mejor tradición de periodismo visual del Times, ahora la mayor parte de los gráficos son propuestos, investigados y escritos en su totalidad dentro del departamento artístico. Los artículos con apoyo de gráficos han protagonizado un retorno heroico entre la opulencia de la fotografía y de los diagramas profusamente ilustrados. Cuando, por razones personales, Charles dejó la revista tras sólo un año de trabajo, yo ocupé su puesto. He tenido la suerte de heredar el equipo de infografistas de ensueño que él conjuntó durante su breve estancia aquí, con Alejandro Tumas y Fernando Baptista (de afamada trayectoria en Clarín y en El Correo, respectivamente), con el multitalentoso Hiram Henríquez, con el maestro de la visualización de datos Sean McNaughton, con la joven y virtuosa Mariel Furlong y con la extraordinaria investigadora artística Amanda Hobbs. Además, claro, de docenas de habilidosos artistas independientes de todo el mundo. Considerando la increíble tradición que tenemos a nuestras espaldas, éste supone al mismo tiempo un reto estimulante y una responsabilidad aterradora. Sólo espero que usted, al igual que varios millones de lectores más, se zambulla en las páginas de National Geographic con curiosidad renovada, pero sobre todo que conserven su percepción del mundo como un lugar maravilloso.